Con unos orígenes que se remontan a la antigüedad y una industria tejedora de gran renombre desde el siglo XV, la pashmina es la variedad más antigua de cachemira y, por tanto, puede considerarse la cachemira histórica.. Sin embargo, en la actualidad sólo representa el 0,5% de la producción mundial de cachemira, mientras que el mercado global está dominado en un 90% por la producción industrial de China y Mongolia.
Para entender lo que puede haber ocurrido, tenemos que ahondar en la historia de la cachemira. Investigamos..
Este mapa muestra los países que producen la cachemira de mayor calidad, con un diámetro de fibra inferior a 16 micras. El 9,5% restante lo producen Irán, Afganistán y otros países de Asia Central, así como Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, pero es de menor calidad. En rojo en el mapa: Mongolia Interior, la provincia china que concentra la mayor parte de la producción de cachemira de China, y por tanto del mundo. Cabe señalar que muchas marcas no reconocen el origen chino de su cachemira y prefieren jugar con las palabras afirmando un origen “Mongolia Interior” por razones de imagen y marketing, cuando en realidad la etiqueta debería decir “made in China”
Históricamente, la cría de cabras de cachemira comenzó bastante tarde en Mongolia y se dice que derivó de la de Cachemira y el Himalaya. Según la tradición, un grupo de nómadas tibetanos se instaló en los pastos mongoles a finales del siglo XVIII, tras una larga migración de 2.000 km. Aunque las cabras “yama” mongolas descienden de las “changra” pashmina, 200 años después las dosrazas siguen considerándosedistintas .
Los tardíos comienzos de la cachemira en Mongolia coincidieron con el periodo en que Occidente descubrió la cachemira en forma de chales tradicionales de Cachemira, y empezó a interesarse por el material. Los fabricantes europeos se apresuraron a abastecerse de la fibra para su propia producción, recurriendo primero a la pashmina del Himalaya. Pero el mercado era impenetrable, bloqueado por siglos de acuerdos comerciales entre los pastores del Tíbet y los tejedores de Cachemira. Así fue como los occidentales llegaron a abastecerse en Mongolia, donde la producción se fue extendiendo poco apoco..
En el siglo XX, se desató el infierno. Transformada en producción masiva, la industria de la cachemira en China y Mongolia experimenta una expansión considerable, pero este crecimiento meteórico va acompañado de un gran revés: ¡una catástrofe ecológica devastadora!
El número de cabras se dispara, pasando de 2,4 millones en 1949 en China a 120 millones en la actualidad, y este crecimiento anárquico rompe el equilibrio ancestral de distribución de las especies heredado de la sabiduría tibetana. Las consecuencias para el ecosistema son dramáticas. La cabra es un animal robusto, adaptado a sobrevivir en un medio hostil, pero su comportamiento es devastador para su entorno. Elproblema dista mucho de ser nuevo: en este interesantísimo artículo de 1958, con tintes premonitorios, el director adjunto del Museo de Historia Natural de París señala que la cabra es responsable de la deforestación de toda la cuenca mediterránea, del mismo modo que ha destruido la vegetación de todas las islas en las que se ha introducido..
Las cabras dañan su entorno pastando la hierba hasta las raíces, destruyendo las plantas y, por tanto, la capa superficial del suelo, y acelerando la erosión del suelo con sus pezuñas afiladas. En Mongolia y China, este sobrepastoreo ha provocado rápidamente la desertización de las estepas, con consecuencias irreversibles para uno de los mayores ecosistemas del mundo. Por no hablar del maltrato sistemático de los animales en estas granjas intensivas, denunciado por muchos observadores, entre ellos PETA, cuya investigación sobre estas prácticas brutales causó revuelo en 2019. Puedes encontrar el artículo aquí, pero el vídeo puede ser doloroso de ver….
El impacto medioambiental de la producción de cachemira en China y Mongolia parece, por tanto, muy alejado de las expectativas de una moda ética sostenible, y mientras Mongolia intenta reducir el tamaño de sus rebaños, surgen algunas iniciativas para tratar de frenar el desastre previsto, sustituyendo la cría intensiva por rebaños más pequeños criados respetando a las cabras y su entorno.
Sin embargo, actualmente todas las marcas te dicen que su cachemira procedente de China y Mongolia es ética y sostenible, pero ¿cuál es la realidad? Basta con echar un vistazo a las estadísticas oficiales publicadas cada año por el grupo Schneider para estar seguros: ¡la población de cabras de Mongolia sigue creciendo inexorablemente! La ecología no pesa mucho frente a las apuestas económicas y financieras de la industria, y al consumidor desinformado le resultará muy difícil no dejarse manipular por esas prácticas de “greenwashing”, ese método de marketing consistente en comunicarse con el público utilizando de forma engañosa el argumento ecológico para mejorar la propia imagen…En estos momentos, hablar de “cachemira etica” para la cachemira de Mongolia ¡es un oxímoron!
Y sin embargo, esta cachemira ética, sostenible y eco-responsable ya existe: la pashmina..
A diferencia de la cachemira china y mongola, que se desarrollaron a finales del siglo XIX para satisfacer la creciente demanda occidental, la pashmina siempre ha evitado los errores de la industria moderna y los excesos del productivismo. Rica en siglos de saber hacer, su producción se basa en tradiciones de excelencia desde el siglo XV, y aún hoy la calidad sigue primando sobre la cantidad. En Ladakh, 200.000 cabras se crían en pequeños rebaños en una de las tierras más inhóspitas del planeta: las altas mesetas himalayas de Changtang. La recolección de la pashmina es un ejemplo de sostenibilidad y ecología: los pastores changpa y sus animales viven en armonía con su entorno natural, mientras su ancestral modo de vida nómada contribuye a preservar los frágiles ecosistemas de montaña. Llevada a cabo de forma que se preserven los recursos naturales para las generaciones futuras, esta producción tradicional y artesanal respeta a los animales y la naturaleza al no dejar huella en el medio ambiente, lo que convierte a la pashmina en la única cachemira etica.
Elegir la auténtica pashmina no es sólo optar por un accesorio de moda de alta calidad que combina la suavidad y calidez incomparables de esta fibra rara y preciosa, sino también ayudar a preservar tradiciones artesanales únicas apoyando a las comunidades locales: ¡una elección verdaderamente eco-responsable para una moda más sostenible y ética!